Por: Rosalía Nalleli Pérez Estrada – Directora de Universidad Santander, Campus Tlaxcala
La pasión por el trabajo puede mover a la gente más allá del dinero o del estatus, y le ayuda a perseguir sus objetivos con energía y persistencia, dice Daniel Goldman en su definición de motivación, al establecerla como uno de los cinco componentes esenciales para identificar la inteligencia emocional en el trabajo, en su escrito titulado what Makes a leader?.
Este elemento esencial puede ayudar al que ansía cambios en su vida, mediante el análisis de sus motivos y su persistencia. Además, su inclusión y comprensión en la educación superior se vuelve necesaria para ayudar al estudiante en la toma de decisiones y lograr mejores resultados en el perfil de egreso de cada institución.
Con lo anterior, podemos inferir que las mejores escuelas, con los mejores maestros, con el mejor modelo educativo o con los mejores programas contextualizados no suelen ser muy eficaces, cuando no se tiene al mejor alumno consciente, meta-cognitiva y emocionalmente hablando.
En este punto, vale la pena mencionar un viejo dicho que establece que, cuando el alumno está preparado, busca al maestro. Sin embargo, si el alumno llega a la universidad sin saber lo que desea lograr y sin conocerse así mismo, les costará el doble mejorar sus resultados. Además, la necesidad de desarrollar la autoconciencia, autorregulación, motivación, empatía y habilidad social puede ser un punto clave para ejercer un liderazgo personal o para culminar la carrera y ejercerla.
Por otro lado, cuando se desconocen estos elementos, puede haber situaciones como las que se presentaron en un estudio de caso reciente, llevado a cabo con 91 estudiantes de educación superior y a punto de finalizar su carrera. En un primer momento y de manera exploratoria, se les solicitó que anotaran como mínimo 5 de sus fortalezas.
La tarea les tomó alrededor de 15 minutos para poder dar una respuesta efectiva. La mayoría externó su angustia porque decía que no era fácil decir, de repente, en qué eran buenos o qué sabían hacer bien. Cuando se revisaron las respuestas, varios de ellos repetían lo que sus compañeros habían dicho pero sin estar convencidos. Posteriormente, al solicitarles que expusieran sus motivos para terminar una licenciatura, 87 de ellos expusieron como motores de persistencia: las calificaciones, el dinero, el reconocimiento, la pertenencia a un grupo de élite, el orgullo de sus padres al terminar la carrera, la obtención de un empleo, el respeto que esperan de los demás y finalmente, el titulo de licenciados.
De todos ellos, únicamente 4 fueron los que dijeron que estaban estudiando una carrera para poder aprender a ser mejores seres humanos, para desarrollarse más a sí mismos y para contribuir con la sociedad, sabiendo que mediante ese conocimiento y formación, los beneficios vendrían a la par. La diferencia entre su motivación externa y su motivación interna es muy grande, y la mayoría espera la recompensa externa, como motor de cambio.
Quizás esta situación, aparentemente sin importancia, puede ser generada en los diversos entornos de aprendizaje, ya que quien estudia, difícilmente logra identificar la conveniencia de estudiar para sí mismo y su dirección regularmente se dirige hacia lo externo lo cual, a largo plazo, puede generar frustración, pues nunca lo externo es suficiente para ser feliz o competente. Por otro lado, como dicen Ryan y Deci (2000), los individuos no solamente deben experimentar autoconfianza o competencia percibida, sino que deben sentir que son ellos quienes deciden su comportamiento para que la motivación intrínseca se mantenga o, incluso, mejore.
También, este tipo de motivación interna les ayuda a eliminar lo que Martin et al, (2009) refieren como “síndrome del enemigo externo”, de manera que los individuos se sientan seguros en sus tareas y puedan analizar las causas de sus posibles problemas, conjuntar su conocimiento y hacer propuestas que conduzcan a la mejora. Por lo anterior, pareciera que se requiere re direccionar la formación que reciben a lo largo de su vida escolar a partir de la autoconciencia y de su motivación o regulación, para que sepan qué hacer en momentos de crisis y seguirse moviendo.
Otro ejemplo claro de esa falta de autoconciencia o de motivación interna son los temas virales recientes: el nuevo modelo educativo y la reforma educativa, en los que muchos críticos se han involucrado, aprovechando la oportunidad, para lanzarse a la yugular de estas propuestas buscando sus carencias o para reprobar su posible eficacia, así como a los propositores. Pocos, pero muy pocos, se han pronunciado por sugerir estrategias de aplicación, metodologías y casi en nada se han expuesto sus posibles fortalezas, si es que existen.
Quizás el primer paso, sería reconocer qué es lo que esas propuestas les generan así mismos: ¿Ansiedad? ¿Miedo? ¿Coraje? ¿Desesperanza? ¿Curiosidad? ¿Desencanto?¿rechazo? Para posteriormente identificar qué es lo que sí se les puede explotar y, mediante una aplicación y posterior evaluación, poder modificar aquello que no funciona. Dentro de esto, buscar proponer algo que ayude a formar al individuo más dispuesto a colaborar para su propio crecimiento y asumirse en su rol principal de aprendiz para detonar verdaderamente el aprender a aprender del que tanto se habla. Por el contrario, si se continúa en la crítica desmedida sin hacer una propuesta, y sin identificar los sentimientos que la reforma genera, o de qué manera amenaza lo que se percibe a diario, podemos predecir que podrían pasar miles de propuestas y seguiríamos sumergidos en la crítica desmedida, catapultando oportunidades de aplicación y quizás de una remota transformación.
Esto no quiere decir que esas propuestas sean las más eficaces o supremas, sino que se intenta invitar más a la auto reflexión de lo que ellas provocan en nosotros, para que sigamos trabajando con lo que sí disfrutamos, con lo que nos apasiona, reconociendo nuestras fortalezas y lo que nos motiva a seguir adelante, para no caer en el desasosiego o en la continua incertidumbre o en inmenso miedo que daña y que con el tiempo lastima nuestra convivencia y tolerancia hacia nosotros mismos y con los demás, dañándonos también el corazón.