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Por: Norma Angélica Andrade Torrecillas

Estudiante de la Maestría en educación en el área de docencia e investigación. Universidad Santander.

El siguiente ensayo es resultado de la reflexión que deriva de la lectura de Morín, E., Las cegueras del conocimiento: El error y la ilusión y Los principios de un conocimiento pertinente, (en Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, UNESCO, Francia, 1999), frente a las preguntas: ¿Necesita el hombre conocimiento nuevo? ¿No es suficiente el conocimiento que ya tiene sobre el mismo y todo aquello que le rodea, a lo que pertenece y le pertenece? ¿Cuál es el valor, la importancia y/o trascendencia que tiene para el hombre forjar nuevo conocimiento?… Tal vez, se diría que hablo sin conocimiento de causa, pero de lo que estoy segura, es que me siento con toda la libertad de expresar parte de mi postura respecto a la lectura, que por cierto, me ha causado confusión al grado de generar una gran cantidad de interrogantes algunas de las cuales han precedido estas líneas.

A partir de todo cuanto nos rodea somos capaces, como seres humanos, de generar u obtener conocimiento. Desde ahora, desde ya, la educación se enfrenta a dos grandes problemas, que muy pocos son capaces de dilucidar con respecto a los que yo llamaría los tres pilares básicos del conocimiento la generación, la transmisión y la recepción de este: el riesgo del error y de la ilusión, entendiéndose como todo aquello que perturba a estos tres pilares de la información entre los “actores”; por ejemplo, la captación, codificación, traducción, reconstrucción, interpretación, subjetividad, miedos, deseos e inclusive las perturbaciones mentales, la inteligencia o la afectividad. Si consideramos que los tres elementos del conocimientos se llevan a cabo entre individuos sujetos a estas cualidades mismas que son inherentes al ser, es motivo suficiente para considerar las condiciones de la información que vertimos a los demás, particularmente en el ámbito educativo, así como la que constantemente estamos buscando o simplemente nos llega.

Existe una gran carga de errores de los que no se exime la generación-transmisión- recepción de conocimientos puesto que en ellos está presente el ser humano, uno de esos errores son los mentales en los que la mentira, el egocentrismo, la memoria o los recuerdos pueden conducir a “alucinaciones” causando perturbaciones del conocimiento; aquellos errores de la razón que por su actividad racional tienden no solo a controlar sino también a corregir el entorno, la práctica, la cultura, el prójimo y hasta uno mismo y no se diga de los errores intelectuales que tienden a rechazar la información que no conviene o que no se puede integrar en nuestros postulados. “Comenzamos a ser racionales cuando reconocemos la racionalización incluida en nuestra racionalidad”. Por este último punto me parece conveniente dilucidar entre los conceptos cuya línea divisoria es, para algunos como yo, apenas perceptible: La racionalidad es el mejor pretil contra el error y la ilusión, construye teorías coherentes, critica sobre los errores e ilusiones de las creencias, doctrinas y teorías, es autocrítica, “negocia” con lo irracionalizado, por el contrario, la racionalización es un sistema lógico basado en la inducción o deducción, toma las mismas fuentes de la racionalidad pero se niega a la discusión de argumentos y a la verificación empírica, es una de las fuentes de errores y de ilusiones más poderosas.

Otro elemento por demás relevante que debe considerar la educación de hoy son los paradigmas que determinan los conocimientos, acciones y pensamientos del hombre, los cuales Por ello “se debe evocar el paradigma cartesiano separa al sujeto del objeto con una esfera propia para cada uno: la filosofía y la investigación reflexiva por un lado, la ciencia y la investigación objetiva por el otro”, “este paradigma determina una doble visión del mundo, en realidad, un desdoblamiento del mismo mundo”.

Los paradigmas no vienen solos, suelen acompañarse del determinismo de las convicciones y las creencias, de las determinaciones sociales-económicas-políticas o de las determinaciones culturales que cuando se sinergisan encapsulan al conocimiento con imperativos, normas, prohibiciones, bloqueos, rigideces, etc. a esto hay que sumar el bajo conformismo cognitivo que caracteriza al hombre por lo que el autor llama su “imprinting cultural” el resultado es una normalización que acaba con lo que hay que discutir.

“El mito y la ideología destruyen y devoran los hechos”, razón de más para infringir atención a las ideas y las creencias las cuales no son producto de la mente, éstas han creado a lo largo de la existencia del hombre sobre la tierra una gran cantidad de mitos que han tomado forma y consistencia enriqueciendo las culturas de las distintas sociedades mismas que domestican a los individuos por los mitos y las ideas, las cuales a su vez domestican las sociedades y los individuos: un círculo vicioso. Pero ¿cómo romper con dicho círculo? La respuesta se encuentra al distinguir el término idealidad de idealismo: “la Idealidad, modo de existencia necesaria de la Idea para traducir lo real, y el Idealismo, toma de posesión de lo real por la idea; la racionalidad, dispositivo de diálogo entre la idea y lo real; y la racionalización que impide este mismo diálogo”.

Hasta ahora es posible marcar una dualidad que me genera ruido e incertidumbre: por un lado la importancia de conocer el conocimiento lo cual debe aparecer ante la educación como un principio y una necesidad permanente; pero por otro lado, he convivido todo el tiempo con mis errores mentales, intelectuales y de la razón, mis paradigmas, mi imprinting cultural, mis ideas y mitos con ellos he simpatizado como verdad real, ¿cómo hacer click? Aún no se si el autor brinda una o varias respuestas a mi pregunta, pero considero de importancia resumir en unos cuantos renglones y de forma textual lo que él mismo afirma y que parece fácil en texto más no se antoja como tal en la realidad cotidiana: Necesitamos evitar idealismo y racionalización. “Necesitamos negociaciones y controles entre nuestras mentes y nuestras ideas. Necesitamos estar en alerta permanente para detectar mentira a sí mismo. Necesitamos teorías abiertas, racionales, críticas, reflexivas, autocríticas, aptas para autoreformarnos. Necesitamos ideas complejas en cooperación con nuestras mismas mentes, para auto-observarnos y concebirnos. Necesitamos que se cristalice y se radique un paradigma que permita el conocimiento complejo.

Desde tiempos inmemoriales el conocimiento del mundo se ha vuelto una necesidad intelectual y vital para el hombre, pero según el autor, “Para articular y organizar los conocimientos y así reconocer y conocer los problemas del mundo, es necesario una reforma de pensamiento”. A este problema se enfrenta la educación del presente, del ahora, ya que saberes y realidades se encuentran fragmentados. Para el autor, un conocimiento pertinente es aquel que es global, es decir, cuando el conjunto contiene partes diversas ligadas de manera inter-retroactiva u organizacional, ya que es “imposible conocer las partes sin conocer el todo y tampoco conocer el todo sin conocer particularmente las partes”. “El todo tiene cualidades o propiedades que no se encontrarían en las partes si éstas se separaran las unas de las otras”. El conocimiento pertinente debe ser multidimensional ya que el ser humano y la sociedad a la que pertenece son multidimensionales, pero más allá de esto, las diferentes dimensiones deben estar en constante interrelación. El conocimiento pertinente debe tener un contexto pues no solo es relevante conocer sino darle sentido a la información y a los elementos que la conforman. El conocimiento pertinente debe afrontar lo complejo, “hay complejidad cuando son inseparables los elementos diferentes que constituyen un todo” o cuando “existe un tejido interdependiente, interactivo e inter-retroactivo entre el objeto de conocimiento y su contexto”

Lejos de menospreciar las aseveraciones del autor, me parece prudente no sesgar el conocimiento hacia un punto de vista “omnipotente” sobre todo cuando afirma con respecto a la inteligencia parcelada que las disciplinas especializantes e hiperespecializadas “debilitan, quebrantan los contextos, las globalidades y las complejidades, son una forma de abstracción, separan, aíslan, compartimentan los conocimientos” ¿Acaso estas mismas disciplinas no han sido fuentes de nuevos y certeros conocimientos?. El autor va más allá al afirmar que “entre más poderosa sea la inteligencia general más grande es su facultad para tratar problemas especiales” y yo me pregunto ¿Esta el ser humano en condiciones de tener y desarrollar una inteligencia general considerando los pasos agigantados con los que avanzan los conocimientos que el mismo hombre y la sociedad a la que pertenece generan? El considerar que “entre más multidimensionales se vuelven los problemas más incapacidad hay de pensar su multidimensionalidad” ¿no es contar con una visión corta de la sociedad en la que se desenvuelve el hombre?, me parece que el error radica no tanto en la multidimensionalidad de los problemas sino la falta de integración de esa multidimensionalidad en el todo.

A pesar de lo devastador que resulto la lectura, ésta no me brinda opciones para sortear lo que para el autor es la verdad en torno al conocimiento, es decir, me abre los ojos a un nuevo panorama del conocimiento hasta ahora desconocido para mí, me dice qué hacer ante ello, pero no me dice cómo hacerlo ¿o es que acaso no existen fórmulas mágicas al respecto?

Gracias a la información que me han brindado esta y otras lecturas sé que formo parte de aquellos elementos de la sociedad capaces de generar cambios en ella y para quienes la integran. Estos cambios no pueden surgir de “la nada” se dan a partir de conocer lo hasta ahora conocido, es decir, de saber la realidad de quienes somos como seres humanos, de saber la realidad de lo que nos rodea natural y socialmente así como de las interrogantes surgidas por este conocimiento.

A pesar de lo anterior, en ninguna de las lecturas que he podido revisar se plantea la importancia de saber qué es lo que quiero conocer y cómo puedo encausar mis energías para generar conocimiento al respecto ¿tal vez porque se da por supuesto que las preguntas filosóficas, responsables de inducir las investigaciones y por ende el conocimiento, guardan esa cualidad? Me queda claro que el autor garante de mi lectura base, sesga de facto la pretensión de mi búsqueda al coartarme la libertad de pensamiento, al indicarme como autoridad con conocimiento de causa lo que debo y no debo hacer, lo que es bueno y lo que no lo es, lo plausible. . . para él.

Finalmente cuestiono las propias palabras del autor: “Las posibilidades de error y de ilusión son múltiples y permanentes: las que vienen del exterior cultural y social inhiben la autonomía del pensamiento y prohíben la búsqueda de verdad” ¿y no es acaso que el ser humano pertenece a ese exterior cultural y social? ¿Cómo puede abstraerse de algo a lo que pertenece y le pertenece? ¿Es que a partir de errores e ilusiones el hombre no ha obtenido conocimiento, aun cuando este ha sido erróneo o no ha sido verdad? ¿Es que el conocimiento erróneo o falso es inválido? ¿Es que el conocimiento erróneo o falso no es fuente de nuevas investigaciones, no propulsa la búsqueda de la verdad?

Bibliografía:

Morín, E., “Las cegueras del conocimiento: El error y la ilusión” y “Los principios de un conocimiento pertinente” en Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, UNESCO, Francia, 1999, pp. 5 – 13 y 14

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