[vc_row alt_color=»» alt_bg_color=»true» parallax=»» full_width=»» full_screen=»» mask_style=»50″][vc_column alt_color=»» alt_bg_color=»» text_align=»» padding_size=»» el_class=»» width=»1/1″][heading title=»La conducta y el comportamiento adolescente» sub_title=»Boletín #34″ style=»1″][/vc_column][/vc_row][vc_row alt_color=»» alt_bg_color=»» parallax=»» full_width=»» full_screen=»» background_overlay=»» mask=»» mask_style=»50″ vertical_align=»» padding_size=»» el_class=»»][vc_column alt_color=»» alt_bg_color=»» text_align=»» padding_size=»» el_class=»» width=»1/1″][vc_column_text]La conducta y el comportamiento adolescente.
Por Fernando Chávez Torres
Estudiante de la Maestría en educación en el área de docencia e investigación. Universidad Santander. Sede Ocotlán, Jalisco.
Introducción
En la actualidad una mayoría de los maestros que somos formadores de adolescentes o jóvenes en edad de cursar su educación secundaria, comentamos una y otra vez nuestras situaciones de “mala conducta” de nuestros alumnos, “apatía” hacia algunas clases, “violencia” con iguales; entre otros.
La creciente implicación de los jóvenes en este tipo de conductas, junto con los costos personales, sociales y económicos que conllevan, han suscitado el consenso sobre la necesidad de buscar solución a estos problemas. (De la Peña, 2005).
Una de las preocupaciones más grandes de hoy en día y que a su vez es un detonante de “conductas antisociales”, es el acoso sexual a menores en Internet de parte de las personas generalmente adultas y específicamente dicha problemática se ha convertido en una amenaza a la integridad física y mental de los estudiantes debido al gran bombardeo por parte de los medios de comunicación con su alto contenido sexual, violento y globalizado que los jóvenes y/o adolescentes “consumen a diario” como si de ello dependiera su existencia.
Es por esta razón que nosotros como docentes debemos ser más profesionales no solo para detectar este tipo de problemáticas escolares o áulicas porque esto lo hacemos casi desde el primer día de clases, sino para intervenir en ellos, ya sea a través de implementar los programas o proyectos que la Secretaría de Educación o tener disposición a mejorar nuestra calidad de enseñanza, “arrastrando” a nuestros alumnos con el ejemplo y nuestra vida diaria, es decir, educar y vivir poniendo a los valores universales como el eje principal de nuestra vida.
La conducta y comportamiento.
Según el Diccionario de la Lengua Española, conducta es: “el conjunto de acciones con que un ser vivo responde a una situación”, y dado que el ser humano es el ser vivo más complejo que existe en la tierra este concepto cobra una magnitud realmente amplia debido a que es en la edad adolescente donde los alumnos en este caso específico del nivel de secundaria tienen conductas realmente “alarmantes” o preocupantes y tanto maestros como alumnos sufrimos las consecuencias de determinadas conductas.
Al respecto, García, (2003); menciona que el salón de clases, es entendido como una representación en pequeño de la sociedad, en donde se desarrolla en sinnúmero de interacciones con actores, formas y contenidos específicos. Esta afirmación nos lleva a considerar el problema desde la perspectiva multicausal, ya que no considerarla como tal, significa no razonar los aspectos particulares que impiden una actitud auténticamente preventiva y en su momento resolutiva.
Comportamiento es: “conjunto de reacciones de un organismo que actúa en respuesta a un estimulo proveniente de su medio interno o del medio externo y observables objetivamente”, (Diccionario de la Lengua Española).
El individuo responde a estímulos externos, es de gran importancia definir y/o entender la magnitud de la influencia sobre todo de los que los medios de comunicación tienen sobre los jóvenes en edad de cursar su educción secundaria.
Es la adolescencia un “periodo de transición entre la infancia y la edad adulta” y siendo el plantel educativo y el salón de clases espacios de confluencia en los que se representan las interacciones entre los actores escolares (maestros, alumnos y autoridades) es en este devenir de conductas y relaciones donde confluyen las agresiones que provocan la violencia en la escuela y que al final se traducen en disfunción escolar.
Es por esta y otras razones más que actualmente es de vital importancia educar en valores debido a que este es un proceso complejo que debe ser abordado desde múltiples ambientes y áreas educativas, con metodologías específicas. Educar es una tarea multidisciplinar.
Desde cualquier corriente pedagógica emergen valores; sin embargo, en años recientes han surgido líneas educativas que pretenden potenciar con mayor especificidad la educación en actitudes de forma sistemática y, quizá porque los resultados obtenidos en este campo no eran demasiado halagüeños, quizá porque los currículos oficiales se centraban tan sólo en desarrollar programas de contenidos que no proporcionaban conjuntos de valores que se conviertan en puntos de referencia existencial, lo cierto es que la llamada “Educación en Valores” está quedando cada vez más lejana de nuestra vida.
La mayoría de los padres de familia por no decir todos, coinciden en que la educación que se recibía antes era mejor y no porque aprendieran más o los planes y programas fueran más nutridos que los actuales sino porque había más respeto, es decir, había más valores e incluso mucho se ha dicho que la figura del maestro como tal era mucho más respetada que hoy en día. En medio de esta realidad que no podemos negar también hemos de ser conscientes de que anteriormente no se tenía la influencia de tantos medios de comunicación y/o redes sociales que actualmente tanto influyen y hasta me atrevo a decirlo “gobiernan la vida de las personas”.
La conducta y el comportamiento en educación básica: secundaria.
Los alumnos en edad de cursar la secundaria y en mi caso particular la modalidad de Telesecundaria, están conscientes sobre todo aquellos que son abusados y/o explotados en cualquiera de las manifestaciones que se conocen actualmente, en que no hay valores, no hay respeto debido a que ellos sufren en carne propia las consecuencias de este tipo de comportamientos antisociales. Incluso aseguran que cuando nosotros los maestros estamos presentes y somos testigos de algún tipo de abuso por parte de uno o varios agresores, “no hacemos nada” o no intervenimos y esto hace que los alumnos –victimas- y maestros pasemos a ser parte de un círculo vicioso, es decir, una estadística más que apenas comienza y se refleja en cada una de las noticias de Bullying que actualmente vemos casi a diario en los medios de comunicación.
La dignidad solo le pertenece al hombre, es lo más suyo. Es por eso que parece un pleonasmo decir dignidad humana, sin embargo, se justifica porque con ello aludimos a su carácter de invisible, es decir nos pertenece y no es propia de algún estrato social, raza o credo; y en un segundo término es intangible, es decir, no puede ser alterada o dañada.
La dignidad es el reconocimiento eficaz de que en el hombre a pesar de su instinto agresivo, también posee asimismo un instinto colectivo o solidario, y que “si el hombre no tuviera tan abundante dotación de instintos sociales, jamás hubiera podido elevarse por encima del mundo animal. Todas las facultades específicamente humanas, como el don del habla, la tradición, la responsabilidad moral, no ha podido desarrollarse sino en un ser vivo y en sociedades bien organizadas, antes de los albores del pensamiento conceptual”. (Mijail Malishev, (2003).
Durante las últimas décadas, la violencia escolar está siendo identificada como uno de los fenómenos más investigados, debido al impacto que representa no sólo en la escuela y en la familia sino en la sociedad en general que la ubica como un problema que va en aumento en el contexto educativo y que se presenta de forma habitual en el nivel de educación básica, tanto en la educación preescolar como primaria y secundaria. En los planteles educativos se exteriorizan las conductas agresivas que van desde burlas, abusos, golpes entre compañeros, robos, exclusión, hostigamiento, acoso, intimidación y en situaciones más graves hasta portación de armas, lo que ha provocado accidentes e incluso homicidios al interior de las escuelas y en el salón de clases en particular.
El compromiso individual de cada uno de nosotros como formadores de futuras generaciones es rescatar la educación en valores, es decir, la formación en la congruencia del discurso con nuestro comportamiento. Debido a que la violencia escolar es un problema multicausal, la sana convivencia escolar debe ser compromiso de todos, debe convertirse en un proyecto intrínseco a la formación, al educador y a la educación.
No importa diferenciar los valores abstractos o concretos, pero hagamos una mezcla que nos permita complementar unos con otros para crear personas que sean capaces de escucharse y de respetarse simultáneamente, sin recurrir a la violencia. Por eso hay que educar a los jóvenes de forma simultanea en el campo cognitivo, emocional y moral.
La educación para la convivencia debe iniciarse desde las primeras etapas, desde niños en el seno familiar, en preescolar, primaria y continuarse de manera concienzuda en la secundaria, en bachillerato e incluso en educación superior. Nunca estaremos lo suficientemente formados para ejercitar los valores y fomentar la construcción diaria de la responsabilidad, mediante la implicación de los alumnos, y la aplicación de las herramientas más eficaces: la mediación y el diálogo, el respeto mutuo, sin importar el nivel educativo en el que estemos, y haciendo de estos valores los usos y costumbres de nuestro entorno y de nuestra comunidad.
Reflexiones finales: hallazgos, aportaciones y/o recomendaciones.
Finalmente me atrevo a asegurar que casi todos los maestros del nivel de secundaria enfocamos nuestras acciones del día a día en aquellos menores que presentan una serie de acciones preocupantes, de manera conciente o inconsciente, voluntaria o involuntaria, pública o privada, dependiendo de las circunstancias que los rodean.
Es por esta razón que debemos de entender que cada alumno que tenemos en el aula es complejo y más si se trata de adolescentes en desarrollo. La temática del presente es la que se consideró más frecuente entre los compañeros con los que se convive a diario así como la experiencia propia.
De antemano se sabe que los tópicos que se presentaron son extensos, de gran profundidad, complicados e incluso algunos de ellos hasta controversiales por lo que se pretende que el docente cuente al menos con una herramienta elemental para enfrentar de una manera más consciente y óptima posible cuando se detecte en el aula una conducta o comportamiento alarmante, es decir, ante todo nosotros los maestros debemos de ser los primeros en vivir los valores a cada momentos y no solo dentro de nuestra aula o nuestra escuela sino también fuera de estas para que cuando nuestros alumnos nos vean puedan ver en nuestra conducta y/o comportamiento una enseñanza de vida, un ejemplo claro de lo que son los valores universales.
Referencias Bibliográficas
De la Peña, 2005. “Aprendamos a vivir sin violencia.” Convivencia Escolar. Revista educar. Sexta Época Núm. 56 Feb.- Mzo.- Abr.- 2011.
Diccionario de la Lengua Española, 2002. Decimoquinta Edición. Ediciones Larause. México, D.F. 2002.
García, 2003. Normas y valores en el salón de clases. Siglo XXI Editores. México. Convivencia Escolar. Revista educar. Sexta Época Núm. 56 Feb.- Mzo.- Abr.- 2011.
Malishev, 2003. El hombre un ser multifacético. UAEM. México. Convivencia Escolar. Revista educar. Sexta Época Núm. 56 Feb.- Mzo.- Abr.- 2011.
Muriel, 2012. Comportamientos alarmantes infantiles y juveniles. Euroméxico. España.[/vc_column_text][link_button title=»Regresar al boletín» link=»url:http%3A%2F%2Fus8.campaign-archive2.com%2F%3Fu%3Dc57ed4a0260fe9534b11a588d%26id%3D620f92c144%26e%3Da3046edaf1||»][/vc_column][/vc_row][vc_row alt_color=»» alt_bg_color=»» parallax=»» full_width=»» full_screen=»» background_overlay=»» mask=»» mask_style=»50″ vertical_align=»» padding_size=»» el_class=»»]